En mi consulta médica, lo que más frecuente se ve dentro de las enfermedades hepáticas es el Hígado graso no alcohólico o Esteatosis Hepática, se ha descrito una prevalencia un poco mayor al 20% en la población en general y aumenta hasta en un 70% en los pacientes con sobrepeso y diabetes; consiste en la acumulación anormal de grasa (triglicéridos) en el interior de la célula hepática, que puede progresar luego a inflamación, es decir una Esteatohepatitis y en menor grado y con el tiempo a Fibrosis y Cirrosis. Últimamente se ha observado un aumento de la incidencia de Hígado graso en adolescentes, debido a una mala alimentación y sedentarismo.
Otras enfermedades hepáticas que se ven en la consulta son la Cirrosis hepática alcohólica compensada y descompensada, así como las Hepatitis víricas.
Cuando hay inflamación del hígado se denomina Hepatitis, que puede ser aguda (a corto plazo) o crónica (a largo plazo), la causa más frecuente es la viral y existen varios tipos de virus de Hepatitis (A, B, C, D y E). La Hepatitis A es la más frecuente, mientras que las Hepatitis B y C pueden derivar hacia la cronicidad, y por tanto propenden al desarrollo de cirrosis hepática. Cuando una persona tiene Hepatitis puede presentar fiebre, ictericia (color amarillento de la piel y los ojos), orina obscura, fatiga, pérdida del apetito, dolor abdominal, náuseas y/o vómitos, elevación de las enzimas hepáticas.
En cambio, en muchos casos el hígado graso es un hallazgo ecográfico; clínicamente no da síntomas específicos, aunque puede haber fatiga, somnolencia diurna y aumento leve en el tamaño del hígado.
El hígado graso empieza con resistencia hepática a la insulina, la cual puede ser diagnosticada con un valor de glucosa en ayunas elevado, aumento de triglicéridos, colesterol, en pacientes obesos o con sobrepeso con aumento del diámetro de la cintura, en hipertensos; es decir en el contexto de una entidad clínica denominada Síndrome Metabólico. Se dice que el hígado graso es la manifestación hepática del Síndrome Metabólico.
El ultrasonido puede diagnosticar el hígado graso hasta en un 89% y con tomografía y resonancia magnética se lo hace hasta en un 100%. En el diagnóstico de la fibrosis y cirrosis hepática la biopsia es el gold standard, pero dentro de las nuevas técnicas de imagen tenemos que la Elastografía transitoria en hígado (FibroScan®) es un método no invasivo que evalúa la fibrosis y cirrosis, y parece ser más sensible que los marcadores serológicos.
Junto con el Gastroenterólogo o Hepatólogo, el Endocrinólogo (Diabetes), Cardiólogo (Hipertensión), Imagenólogo (Rx) y Nutricionista (Dieta) deben valorar integralmente a los pacientes con Hígado graso.
Porque a largo plazo el hígado graso provoca una serie de complicaciones, no solo en el campo hepático, sino también en el sistema cardiovascular y a nivel metabólico en general.
El 33% de los pacientes con esteatosis hepática se complican con esteatohepatitis, es decir con grados diferentes de actividad inflamatoria y aumento de las enzimas hepáticas secundario al depósito excesivo de triglicéridos y aumento del estrés oxidativo hepático; el 25% de éstos desarrolla Fibrosis y luego Cirrosis y el 10% de los cirróticos puede desarrollar un Hepatocarcinoma. Lo mismo sucede con los pacientes con una Hepatitis por virus B y C, que tienen una alta tasa de progresión hacia la cronicidad y se ha calculado que estos pacientes tardan unos 20 años en progresar hacia la cirrosis hepática y luego hacia el desarrollo de un Hepatocarcinoma.
En los pacientes con Hígado graso hay que realizar modificaciones en el estilo de vida mediante dieta y ejercicio que suponen las principales bases terapéuticas. La pérdida de peso, a través de la restricción calórica, puede por sí misma mejorar al paciente. La mejor manera de perder peso de forma mantenida supone un cambio en la conducta alimentaria, reduciendo la ingestión calórica a menos de 1.500 kcal/día. El objetivo supone una pérdida de peso gradual en un 5-10 % durante 6 a 12 meses. La práctica de ejercicio de intensidad mediana, como caminar 30-45 min/día a un ritmo continuado, mejora la sensibilidad a la insulina y los valores de glucosa.
Hay que evitar el consumo de fructuosa (gaseosas, snack, jugos procesados), así como de los carbohidratos refinados como el pan, harina de trigo, de grasas saturadas y proteínas de origen animal ya que aumentan la esteatosis. Se recomienda la ingesta de proteínas de origen vegetal (Quinua, Soya) y aumentar el consumo de frutas y vegetales frescos, porque así obtenemos no solo la fibra que controla la asimilación de grasas en el intestino, sino también los antioxidantes y oligoelementos necesarios para cuidar el hígado.